Las
mañanas frías, en las cuales se agazapa bajo las sábanas, se siente sola, y te
piensa, te recuerda y te imagina, abrazándola, protegiéndola. Ella mira la
ventana, y ve las lluviosas y frías mañanas de otoño. Su pelo se desparrama en
la almohada, y sus manos se hunden abrazando sus sábanas que la cubren, que la
recortan contra su colchón. Su piel pálida tiene escalofríos. Piensa que su vida
es un drama. Está rota, en miles de pedazos, restos de una vida de vagabundeos
en las esquinas, buscando los labios que la puedan consolar, rota en miles de
pedazos a causa de las eternas y frías noches de soledad. Su corazón bombea las
pocas ganas que tiene, y se siente débil, apenas puede respirar sin que le
cueste. Su cuerpo apenas responde a sus deseos, y parte del día lo pasa en la
cama, acurrucada en un rincón de esta. Imagina que sus brazos la rodean, que su
sonrisa ilumina la habitación. Piensa en su risa y en su voz, en su manera de
hacerle sentir ese vuelco en el estómago, en su manera de desbocarle el
corazón. Pero está demasiado cansada, de mentiras, de promesas, de vanas
esperanzas, ha aprendido a desconfiar, a no fiarse de nadie que lleve una
sonrisa en la cara. Ella ahora no quiere ilusionarse, ha perdido las ganas de
enamorarse, ha perdido la fe en los labios ajenos.
No
tiene fuerzas, y a duras penas ha conseguido moverse, poner ambos pies desnudos
sobre el frío y duro suelo. Mantiene las manos en la cama, apretando a duras
penas el borde del colchón, la cabeza hundida y caída, y el pelo como una débil
cortina alrededor de su cara. Respira muy profundamente y se promete a si misma
que no volverá a pasar lo mismo, que no mendigará más abrazos, que dejará de
buscar lo que parece inexistente, que dejará de confiar en todo aquel que le
preste su mano. Se ruega a si misma no volver a buscar esos abrazos, esos besos,
esos ojos, esos labios. Ruega a la vida que no la maltrate más, porque su
cuerpo no podría soportar otro golpe. Y llora. Llora sentada en el borde de la
cama. Llora como cada mañana que cree que todo está perdido. Llora sola y se
seca las lágrimas con el dorso de la mano. Y vuelve a prometerse que será más
fuerte.
No me gusta que nadie se sienta solo, y menos ella, que sé que no está pasando por una buena temporada. Al menos se propone ser más fuerte, y lo que normalmente uno se propone lo suele llevar a cabo.
ResponderEliminarY quiero que sepas que me alegra que vuelvas a escribir y que te dejes ver por los rincones de blogger. Artista :)
Mil besitos.