El llanto se oía por todo el bosque, resonando entre los árboles, dejándose llevar por el eco del camino de tierra. En el suelo un chiquillo, un niño llorando, con todo su diminuto cuerpo esforzándose por proteger su rodilla. Como animalillo empeñado en defenderse de cualquier predador, lloraba mientras se miraba la rascada que sangraba ligeramente. Las lágrimas se derramaban sobre la herida y escocía. Su llanto aumentó. Tenía las manos y la cara sucias y la arena del camino se había pegado a su piel, ensuciando su fina y pálida tez. Poco a poco la figura paternal se acercó a él y se agazapó a su altura. Quiso quitar el rostro del niño de encima de la rodilla, pero él se negó, sollozó una negación balbuceada de mala manera y se volvió a replegar en sí mismo.

–Kenneth… Vamos hijo, déjame ver qué te has hecho…

El niño se encogió sobre sí con más empeño cuando notó las manos de su padre. El hombre con cariño fue apartándolo, despacio, mirando a la herida. Le quitó la poca sangre que tenía con el dorso de la mano y besó con cuidado la piel magullada.

–¡Papá! ¡Me duele!
–Lo sé hijo, es normal, es una herida…
­–¿Por qué duelen tanto padre? Es tan pequeña –sollozó Kenneth.

El padre levantó a su hijo y lo puso de pie frente a él, acuclillado para mirar a los ojos al fruto de sus entrañas. Con los ojos llenos de ternura, con los ojos de un amor incondicional, de ese que da la vida por una sonrisa. Sonrió, llenándosele así el rostro de arrugas, propiciando aún un poco más la acentuación de la edad. De la piel curtida arreplegándose para mostrar los blanquecinos y torcidos dientes del hombre. Una sonrisa cargada de alegría, de felicidad y reproche. Cómo aquel que sabe un secreto y no quisiera desvelarlo.

 –Las heridas duelen, sentir y conocer la razón de ese dolor nos hace más humanos todavía.
–¡Yo no quiero que duela! –protestó.

El padre estalló en carcajadas que resonaron por todo el bosque. Lanzando al vuelo algún despistado pájaro.

–¡Eso también lo sé hijo mío!

Cuánta razón tenía el padre en aquellas palabras. Pero Kenneth no lo sabría hasta mucho después. Años pasaron antes que él pudiera siquiera entender la mitad de lo que quería decir. Porque ahora sólo en su balcón, mirando las luces de la ciudad, intentaba acallar la herida que más sangraba de todas. La herida de un corazón roto.

5 comentarios:

  1. Un texto cargado de ternura, de un padre que adora a su hijo, y viceversa. Un final muy abierto e intrigante, mira a ver si nos explicas en un futuro quién o qué fue lo que rompió su corazón, estoy altamente intrigada.

    Un besito, reina :)

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  2. Lo que más me ha gustado es que la escena esté situada en un bosque. Y el padre, caray, qué cosa más bonita.

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  3. ¡Ignoraba la actualización! Blogger no me avisa. ¿Te salgo como seguidor?

    La palabra "rascada" me cruje un poco al leerla tanto en mi cabeza como en alto; no sé. Debo decir que es una escena de lo más tierna, cuando los niños se hacen daño y no comprenden el dolor, pero que existe un dolor mucho mayor e infinitamente más dañino que una simple herida en la rodilla. Aunque, los padres son sabios y algo tienen sus palabras que resultan reconfortantes porque alivian.
    Lástima que cuando crecemos y recordamos esa palabras, pensamos "qué razón tenía". ¿Cuál será la razón de ese corazón roto?

    Por cierto, errata: no es "cuidad", sino "ciudad" xD Cosas que pasan ejeje

    ¡Un beso!

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    1. Lo de 'cuidad' en vez de 'ciudad' me pasa mucho, así como los 'lso' en vez de 'los', y es que se me llevan los demonios mientras escribo y así como 'lso' no es una palabra y me la marca en rojito, al 'cuidad' ser una palabra pues se me escapan (mea culpa). ¡Gracias!

      En cuanto a lo de rascada... creo que es un catalanismo porque en catalán se dice: 't'has fet una rascada fill meu' así que supongo que eso es algo por contacto lingüístico y que no noto a menos que alguien de fuera de Catalunya me lo diga.

      Por último: ¿blogger no te ha avisado? En teoría tu sí me sales como seguidor del blog. Pero a saber, porque tal y como funcionan últimamente las redes sociales, quizás a blogger le ha dado por írsele la pinza.

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  4. Y yo me entero ahora de la existencia de este blog, y porque me has seguido que si no.. ¡qué desgracia!
    Así que no solo sabes crear cosas bonitas en 140 caracteres, también haces magia con una cantidad ilimitada. Es un escena muy tierna y llena de inocencia, me gusta la dulzura del padre y la ingenuidad del pequeño; pero ese final no me lo esperaba, una nota amarga entre tanto cariño.

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