Sentado allí, con
las manos sobre los reposabrazos, apretando ligeramente la madera. Los dientes
rechinando y su corazón sudando sangre, con la angustia recorriendo su cuerpo,
ahogándolo. Pero ya quedaba menos se dijo. Lo cierto es que su mente estaba tranquila
aún con la adrenalina en las venas. Al frente, clavando sus ojos en los de
aquel que despertaba su curiosidad. La ansiedad por el final venía palpitando
en sus sienes, en sus venas. Una gota de sudor bajaba por la mejilla, cayendo
lentamente hasta acabar en el impoluto traje azul marino.
La justicia tenía
que ser justa, pensó. La justicia debe analizar las cosas y encontrar al
responsable. Y allí se hallaba mirando a través del cristal. Mirando como
sentaban a un hombre, pálido, consumido, con el aspecto de ser un cadáver
andante. De estos hombres que se quedan calvos del estrés y que acaban con las
uñas rotas, despedazadas y deformadas, de haber arañado la pared de su celda.
En la más profunda desesperación los hombres sacan fuerzas de flaqueza pero aquél
hombre se moría por dentro. La culpa decían los carceleros que lo acompañaban.
Lo cierto es que aquél tipo tenía el pelo castaño sin vida, con cuatro mechones
sujetados como por arte de magia, que parecían que iban a desprenderse en
cualquier momento. Con el rostro chupado de vida, los labios fruncidos,
sufriendo. El terror de los ojos que hace semanas se leía en sus pupilas había
pasado a ser aceptación. Como el que ahora espera a la muerte como una vieja a
amiga. Porque ese sería su final.
―Dean Fitgerald
Ashton, se le ha condenado a muerte por los siguientes crímenes ―el guardia con
más galardones en el pecho recitaba con tono solemne―: asesinato en primer
grado de al menos 15 mujeres…
Mientras el guardia
enumeraba las victimas él se giró a mirar a los presentes de la sala. Mujeres y
hombres, familiares con el ceño fruncido y la mirada dura, algunas mujeres
lloraban en soledad, silenciosamente, mientras una de ellas en el fondo de la
sala, sujetada por un hombre joven, lloraba sollozando continuamente “¡No Dean! ¡Dean no! ¡No es llevéis a mi
Dean!”. Seguridad tuvo que sacarla de la sala, histérica y balbuceando desesperada, intentado por todos los medios que alguien le hiciera caso, con los
ojos congestionados de lágrimas y el labio inferior temblándole.
―¿Tiene algo que
añadir Sr. Ashton?
―Yo no fui.
―Eso dicen todos –masculló
el hombre que tenía sentado al lado, con el bigote recto y bien cuidado, de
aspecto respetable que apretaba con fuerza los puños.
Le habían dicho que
morir no dolía, que el sufrimiento no viene dado por la muerte, y eso no era
cierto, no en cierto modo. Morir duele. Morir debe doler. Morir tiene que dolerle a la gente que se lo merece. Dean no se lo merecía. Sin embargo todo el mundo
allí estaba convencido de lo mismo: que él había matado a esas mujeres,
torturadas hasta tener que jurarle ser para siempre suyas, huyendo del dolor. Siendo él el único testigo de cómo las consumía por dentro la desesperación y la ansiedad. Como lloraban
hasta que sus ojos se gastaban. Suplicando por que acabara con sus vidas.
Sin embargo lo que
desconocían es que Dean jamás había cometido tales crímenes, y que ahora, el
asesino le estaba mirando con los ojos de quien ve a una pequeña presa sufrir
por el bien de la humanidad. Lo siento Dean, pensó, pero aún no puedo
permitirme el lujo de morir.
Bueno, en primer lugar he de decir que es un texto con una narración considerablemente aprobada, peeeeero (sí, hay un pero), hay algo en esta historieta que me deja un poco seca. El planteamiento está bien, pero se me ha hecho demasiado breve. ¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir que si te hubieras explayado un poco más con la intriga argumental y hubieras explicado un poco más a fondo los argumentos de dicho relato, quizá el final se habría hecho desear con más énfasis. Demasiado breve, a mí parecer, para ser un relato de intriga. Tú que eres buena en este género literario deberías explotar más tu talento para escribir algo que mantenga en vilo al lector considerablemente. Aunque te ocupe dos metros de hoja de blog, estoy segura de que merecerá la pena. Y sigue así :)
ResponderEliminar¡Besicos!
Me vienen a la cabeza adjetivos como escalofriante. Pero no basta. Me muestro de acuerdo con Keiko sin embargo discrepo con la razón, me gustaría que fuese más extenso para haberlo disfrutado durante más tiempo.
ResponderEliminar¿Morir duele? No creo que sea la muerte en sí el dolor, sino la acción que da lugar a la muerte o la espera hasta que esta llega.
Siempre he estado en desacuerdo con la pena de muerte, no porque nadie se la merezca (estoy segura de que en muchos está más que justificada) sino porque creo que no somos quienes para decidir quien debe morir.
¿Es un retazo de novela? (me guío por la etiqueta) Si es así, por favor, no nos dejes con la intriga, y sube pronto otro trocito.
Un beso, bonita.
Al principio, cuando leía tus letras, me han aparecido algunas partes de la película 'El intercambio', cuando se le acusa de muerte al asesino, aunque después me he quitado esa imagen de la cabeza porqué bastante diferente lo hacía lo de la culpabilidad.
ResponderEliminarMe ha dejado muchas ganas de leer más sobre este relato, (quiero saber -y espero-, si sobrevive, si le quitan la condena de muerte).
un abrazo enorme :)
YO tambien estoy escribiendo una novela, ais.. madre, que dificil si quieres hacerla "perfecta"!
ResponderEliminarTu narración no es nada mala en absoluto. Hay partes muy interesantes y la parte sobre morir, duele... me recuerda a algun que otro texto mio sobre la muerte.
Ojala algún día veas tus libros en una libreria (supongo que es el deseo de todas las que escribimos)
Saludos.
p.d. Entre guiada por la "oxitocina", que lo sepas, y me quedo :)
Me gustó mucho. Genial la manera en la que contaste esta historia, aunque coincido con Keiko y Chica León, un relato de intriga genial que podrías haber explayado un poco más.
ResponderEliminar¿Tendrá una segunda parte? La leería encantada porque ¡quiero saber más sobre Dean! :D
(besos agridulces, y con gusto, me quedo por aqui)
En ocasiones, el ser humano es bastante egoísta, inculpando a otros de nuestros propios actos.
ResponderEliminarCoincido con 'Melodías Agridulces', ¡quiero leer más sobre esto!
Besos xx
Y yo me pregunto ¿cómo he tardado tanto en leer esto? Con lo que me gusta a mí este tipo de lecturas. Se nota que estaba hambrienta del género porque el estómago me ha empezado a rugir, y, sinceramente, tú no eres de esas personas que se enrollan con los detalles. Das los detalles precisos, necesarios. Modesta con los detalles, eso es. ¡Me gusta! ¡Me fascina!
ResponderEliminarCreo que mi cerebro acaba de tener una erección. Ahí lo dejo.
Give me more
Y no siempre la justicia es justa, o mejor dicho, no es la justicia como tal, sino que es el sistema judicial el que falla; sus métodos, sus opositores, sus manos ejecutoras. Cuántos casos habrá en el mundo de este calibre. Inocentes muertos en la silla eléctrica o por inyección letal.