Patea
las piedras que encuentra a su paso, las hace seguir su mismo destino
manteniéndolas sobre una línea imaginaria. Se pregunta si Dios hará lo mismo
con su vida, si los recuerdos desafortunados son las patadas de aquél que
dirige los hilos de su vida. Descarta tal hecho, él es un hombre de fe, alguien
que cree y que siempre va a misa, pero ya no sirve de nada. Nada sirve ahora,
suele decirse, mi fe ahora no puede responder a mis preguntas, mi fe no
resuelve mis dudas. Y mientras el cielo oscuro le devuelve la sonrisa del
misterio, de su boca sale el aliento casi congelado. Las manos en el bolsillo,
las tiene congeladas y el corazón también se encuentra en tal estado. Late con
poca intensidad, sin apenas fuerza y vida. La fe se pierde en su mirada, se diluye
día a día.
Se
mueve por la calle como un autómata, entra por las puertas giratorias,
abandonando a su suerte las pequeñas piedras que antes pateaba. La luz le hace
parpadear varias veces y se dirige al ascensor. Se balancea sobre sus pies
mientras espera, esa agradable sensación de balanceo inunda su cuerpo y sonríe
vanamente. Las sonrisas de verdad se han esfumado y ahora sólo quedan sus
fantasmas. Entra y esa horrorosa música de ascensor inunda sus oídos, intenta
concentrarse en otra cosa hasta su piso, el séptimo. Él último. Se interna en
su pasillo dejando atrás esa estúpida musiquilla que amenaza su cordura.
Recorre sin ganas, entre ocres y azules desteñidos y se para en el número 047.
Entra sin ganas y coloca al fantasma de su sonrisa en los labios. La estancia
vuelve a arrojar oscuridad en sus ojos y estos se dilatan rápidamente. Busca la
luz a tientas y la enciende. Sus ojos se quejan, muchos cambios, demasiados
quizás. Se acerca hasta dónde se encuentra la cama y se sienta al lado. Deja en
la mesita el móvil, las llaves y cosas varias que lleva en los bolsillos de la
chaqueta y pantalones. Se deja caer en el sillón y suspira aún con la sonrisa
fingida. Se gira y mira el inerte semblante de ella. Vuelve a suspirar y sus
latidos se acompasan con los pitidos insoportables de la máquina que reposa al
otro lado de la cama. Casi preferiría la musiquilla de ascensor. Le coge la
mano y ambos continentes helados chocan, el suyo un poco más cálido que el de
ella y su sonrisa se esfuma.
―Ya
he llegado.
El
silencio se hace abrumador y él suelta su mano. Saca un libro de la mochila y
lee. Lee en voz alta. Para ella, para nadie, para vete-tu-a-saber-quién... Pero
lee, con ímpetu, dejándose la voz en cada personaje y cada diálogo. Se deja
llevar por las líneas del libro y se sumerge en la historia. Mientras el reloj
de pared marca ya las once de la noche y las luces del pasillo se han apagado.
La cuidad ya silenciosa dormita mientras él lee. Y cuando acaba de leer se
siente agotado. Dejando la lectura al lado de sus pertenencias y mirando al
techo. Se siente extremadamente cansado y la maquina sigue pitando, sigue
marcando el compás de una vida a medias. Ya no tiene el fantasma de la sonrisa
en la cara y cierra los ojos en pos de dormir. Vienen a él los ayudantes de
Morfeo que se compadece de su suerte. Pero la puerta lo despierta. Se frota los
ojos, hartos ya del día y la luz y mira el reloj, las once y trece. Aparece la
enfermera que sonríe como siempre. Que le saluda, llamándole por su nombre.
Lleva el uniforme impoluto y las manos enfundadas en unos guantes. No la culpa
ni siquiera ella puede comprender ciertas cosas sobre la fe.
―¿Sigue
igual?
―Me
temo que sí.
―Cada
día que pasa es un día que pierde, ¿usted
cree que va a despertar algún día?
―Yo
no estoy autorizada para…
―Le
pregunto su opinión personal –le corta inmediatamente-. Llevamos aquí cerca de
un año, ¿cree que va a despertar?
―Usted
es un hombre de fe, rece. Quizás se obre el milagro.
La
enfermera desaparece tras haber hecho su trabajo y cierra la luz muy
amablemente. Como todas las noches. Y su fe, esta noche, se ha diluido un poco
más. Esta noche, otra más, ha dejado a su fe inútil y a su Dios algo menos
omnipotente. Finalmente se duerme, sabiendo que con la ronda del turno de la
mañana se despertará, se irá, volverá a casa y saludará a su hija, la besara y
dará gracias por tenerla en la vida, la contemplará y la llevará al colegio. Se
acordará de su bocadillo y los recados que debe hacer para la escuela. Después
hará la casa, limpiará y recogerá. Preparará la comida y después, sólo después
del orden en un caos estratégico, irá a trabajar. Para acabar como siempre,
noche tras noche en el mismo sillón. Con su fe abandonándolo poco a poco.
Pero
por el momento duerme, duerme y sueña. En un viejo sillón, acompañando con sus
latidos a la maquina pitante (mucho mejor hubiera sido la musiquilla de
ascensor).
¿Sabes, Lenda? Es lo que te decía. Eres demasiado dura contigo misma cuando te pones a escribir. No tienes que hacerlo. Simplemente disfruta, creo que ése es el único truco. No llevo mucho tiempo de experiencia en esto, pero lo poco que sé, por mí y por otros autores, es lo único que hay que hacer. Disfrutar. Y después, cuando hayas terminado de escribir, dejas la historia reposar. Y luego, como si fueras una extraña que nunca antes ha leído el texto, lo corriges. Ya está. No te empeñes en decir que no vales, porque eso sólo te perjudicará. Y vales. Vales mucho. Relee este texto dentro de unas semanas, y verás como es verdad. Me alegra muchísimo que decidieras ponerte a escribir, el resultado ha sido muy bueno :)
ResponderEliminar(y siéntete orgullosa de ti)
¡Un abrrrrrrrazo!
Existen muchas situaciones similares día tras día, sabes que no soy una persona creyente, pero sí te diré una cosa, hay que tener siempre fe en las cosas, apoyarse en cualquier motivo, en este relato, por ejemplo, él tiene a su hija.... sabes en qué o en quien apoyarse ayuda a superar muchas situaciones difíciles, pero eso sí, siempre hay que tener esperanza, mantenerla, porque si no, ¿qué sentido tendría todo esto? Estaríamos completamente perdidos.
ResponderEliminarMuy bueno, siempre tan profundos y llenos de detalles
(porque la fe no es inmortal, ni eterna, ni supera todo lo que la echen. Las creencias de las personas y la esperanza son demasiado indelebles, solubles al agua de lágrimas y altamente rompibles con los corazones rotos) Es una entrada realmente buena, me he visto allí, con ellos, intentando inspirar fuerzas a una mente entristecida por esos acontecimientos.
ResponderEliminarnutella caliente
con nata
p.D: me quedo por aquí, con permiso.