Un repiqueteo en la ventana, un ruido del cielo, llamándole, tratando de llevarse su alma. Un trueno a lo lejos cómo un alarido de impotencia. Su mano tocaba el frío cristal, sintiendo esa soledad en la lluvia. El cielo negro como el carbón descargaba su frustración sobre el paisaje, lloviendo sobre los inmensos pastos que se extendían allá dónde la vista abarcaba. Suspiró lentamente. Su cárcel de cristal y cemento le protegía, y sin embargo añoraba salir a danzar entre rayos, correr bajo la lluvia, notando las gotas en la mejilla como lágrimas llenas de vida. Pero no sabía por qué aquella vez el cielo clamaba por algo diferente. Los truenos resonaban entre las nubes y parecían quebrar cualquier alma valiente; y los rayos deslumbraban, rápidos, audaces, dando con algún árbol desamparado o con cualquier punto al que partir en dos, descargando toda la rabia y la fuerza que parecía llevarse el ánimo del aire. 

 Mientras tanto en la casa, la oscuridad se apoderaba de las paredes, de los muebles, de los cuadros que colgaban mostrando retratos que en otro tiempo fueron bellos y admirados, y que ahora sólo el polvo podían atraer. El fino suelo de mármol, estaba desgastado y por mucho que se limpiara no brillaba ni lucía como antiguamente. Triste visión bajo la luz de los rayos. 

Se giró al escuchar pasos. Una figura se asomó en el flanco de la puerta y le estudió lentamente. Ambos cruzaron miradas. Retiró la mano de la ventana y la posó sobre sus ruedas, hizo girar la silla y se colocó frente a la figura.

–Pensé que dormías –se sinceró la figura. 

Los truenos se hicieron más intensos, algo no pudo evitar removerse en el fondo de su alma y miró de reojo al cielo. 

–Evelyn, dormir bajo estas circunstancias no es algo que se pueda hacer a la ligera. 
–Es sólo una tormenta. 
–No lo es. 

 Se estuvieron estudiando un rato, sin embargo, después de varios minutos, volvió a girarse a la ventana y colocó la mano de nuevo sobre el cristal. Sabía que Evelyn seguiría ahí, dispuesta a hablar, a escucharle, pero, ¿qué podía contarle él? ¿Cómo poder expresar las ganas de correr bajo las gotas de fría lluvia? Sin embargo no pudo resistir la tentación, y ante la atenta mirada de la chica de castaños bucles, abrió la ventana, despacio, dejando que las gotas poco a poco entraran en la estancia, mojándole, mojando su rostro, empapando sus sentidos, dejándole un río de emociones que echaba demasiado de menos. Renovándole, dejándole entender muchas cosas que antes no entendía, y sin embargo se preguntaba, como era posible que aquellos que podían, no bailaran bajo las tormentas, como era posible que gente como Evelyn no corriera bajo los truenos desafiando su ira. Como podía ser posible que la gente sólo se arrepintiera de las cosas que no había podido hacer cuando ya no podía hacerlas. 

Cosas como, por ejemplo, bailar y enamorarse bajo la lluvia.

5 comentarios:

  1. Este texto sí que me ha gustado, pequeña, este sí. ¡Enterito de arriba abajo!

    ¡Un abrazo!

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  2. Me ha llegado... Me ha enamorado, me ha dejado... Buff, sin palabras. Es precioso, triste y nostálgico, pero a la vez soñador. Me gusta.

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  3. La última frase, sí, viva el romanticismo :)

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  4. Pues la verdad es que sí, siempre es así. Te arrepientes de no hacer algo cuando ya no puedes hacerlo, y es una pena enorme. Pero hay oportunidades únicas, y hay que saber aprovecharlas :) ¡Un texto precioso!
    ¡Un beso!

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  5. La sensación de arrepentimiento perdura, al contrario que muchas otras.
    Pero si no arriesgas, no ganas.
    Tremendo, chica. He imaginado como la lluvia me calaba hasta los huesos.
    ¡Un beso! :)

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