No soy nadie que no pueda ser otra persona. No soy extraordinariamente nada, ni destaco en algo. Soy sencilla, no deseo llamar la atención. Sonreír me parece un acto de fe y yo la perdí hace mucho. No sonrío, ni me alegro, ni me inmuto a no ser que sea para fruncir más el ceño. No doy permiso a la gente para que se meta en mi vida ni husmee en mis recuerdos. No quiero que nadie se meta en mi vida, ni fisgonee en mis rincones. No comparto mis pensamientos ni ideas. No dejo que nadie me toque, a menos que sea estrictamente necesario, ni soy cariñosa ni lo seré, no necesito que me toquen constantemente ni que cada dos segundos suene mi nombre en la voz de alguien. No necesito que nadie me cuide ni me diga que he de hacer o qué piensa sobre lo que he decidido. Decido yo, y se acabó. No soy dada a compartir aquello que creo que es legítimamente mío y por supuesto nunca dejaré que nadie se crea con el derecho de hacerlo por mí.

Nací, y desde bien pequeña crecí sola, no estoy agradecida por ello, ni lo estaré, me crié a mí misma y de momento me va bien, nunca voy a conservar recuerdos dulces de mi infancia, y el que más bonito tengo resulta amargo e invita a tomar whisky para acompañarlo en la digestión. Nací y no tuve globos por mi fiesta, ni fiestas de ningún tipo. No tengo nada que pueda conservar por cariño o por bonito como recuerdo. No me han dicho nunca palabras que deba recordar toda mi vida, ni consejos de vida o muerte. Soy lo que he hecho yo de mí misma. La austeridad y la sencillez eran lo que siempre he conocido y por desgracia conozco y conoceré. No soy una de esas chicas que puedan decir que de pequeñas se ponían sus vestidos de domingo y salía a la feria con sus padres, ni soy de esas que pueden decir que por su cumpleaños tenían globos y adornos en casa. Ni siquiera de las que llevaba las bambas a la última –aunque fueran de belcro y no de cordones-.

Así que digamos que mi recuerdo más temprano no es precisamente feliz y el más dulcemente amargo prefiero olvidarlo. Y tengo que conformarme con recuerdos a medias, como rotos, a ratos con la felicidad de un niño que ignora lo que pasa a su alrededor, y a ratos la niña que tuvo que crecer antes de tiempo.

Y mi memoria más bonita es triste, y lamentable que deba agradecer por encima de todo tener un recuerdo tan vacío de sentimiento. Aún recuerdo como olía a la vela de vainilla, en esa mesita de noche, cumpliendo años y mirando la llama, como si me fuera la vida en ello. Sonriendo a la luz de esta, teniendo en mis manos la clave de mi libertad, algo que me cambió la vida cuando era una niña y que a día de hoy sigue haciendo. Mi mejor recuerdo, es el recuerdo de mi primer libro.

4 comentarios:

  1. profundo, personal, sincero, melancólico...

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo con Raquel: es un texto profundo y personal. Poco más puedo añadir que tú no sepas o no hayamos hablado, y valiente has sido siempre, amiga, por haber afrontado lo que te ha tocado con dos ovarios bien puestos. Eso es lo que demuestra lo grande que eres, y lo grande que posiblemente seas en un futuro.

    Siempre he dicho que si quieres conseguir algo en esta vida, a parte de valerse por sí mismo, has de ser humilde en toda regla. Y tú eres un claro ejemplo, deberías ir a las escuelas y para darles ejemplo. Y eso, Len, que de aquí a unos años llámame y me cuentas qué tal te va con tu quinta novela y si va a ser best-seller como las anteriores ;)


    ¡Un abrazo enorme, amor!

    ResponderEliminar
  3. Sin duda conmovedor. Dichoso destino o causalidad el que me ha traído a este preciso rincón de Internet, he de decir gracias. A ti y al mundo por hacerte un hueco en él, y que tú hayas elegido compartir tus líneas con desconocidos, sin más.

    Prometo seguirte la pista.

    Ahora como nota simplemente añadiré unos pequeños "fallos" y no se pueden considerar así tampoco... Es más, yo soy la primera que se equivoca, que tiene que rectificar una y mil veces y que siempre cometo los mismos errores, no aprendo.

    He percibido que en dos o tres ocasiones repetías las mismas palabras/expresiones demasiado seguidas. Estas son:


    “No doy permiso a la gente para que se meta en mi vida ni husmee en mis recuerdos. No quiero que nadie se meta en mi vida, (...)”

    “(...) sobre lo que he decidido. Decido yo,(...)”

    “(...)a ratos con la felicidad (...), y a ratos (...)”

    Yo, personalmente, apostaría por los sinónimos o hipérbaton. Cualquier cosa que deje más espacio entre sí o simplemente no suene repetitivo y podamos continuar la lírica de este maravilloso relato. Es cuanto menos escalofriante.

    Una vez más, gracias por compartir esta pequeña parte de ti con nosotros. Muchos besos.

    ResponderEliminar
  4. No dejo que nadie me toque, a menos que sea estrictamente necesario, ni soy cariñosa ni lo seré, no necesito que me toquen constantemente ni que cada dos segundos suene mi nombre en la voz de alguien.

    Sin duda no puede haber texto más introspectivo que éste. El lector puede decir al finalizar "ésta eres tú".

    =)

    ResponderEliminar

Deja un retazo de ti aquí, prometo guardarlo bien en mi maleta.